CUÉNTAME UN CUENTO

Los cuentos que nos leían cuando éramos niñas, en especial a “Cenicienta” nos hacían soñar con la historia de un príncipe azul que vendría a rescatarnos de nuestra vida y a su lado seremos felices y comeremos perdices. La vida real nos muestra que los fantasiosos cuentos se separan, en muchas ocasiones, de la realidad y la bella princesa debe armarse fuerte y valerosa, tomando las riendas de su propia vida. Pero este cuento tiene dos personajes principales:  La Cenicienta o Víctima  y el  Príncipe o Rescatador. Partamos de la idea de que para que exista una princesa, debe hallar un hombre dispuesto a rescatarla; muy egocéntricos, adictos al control y, sobreprotectores. Además “el Príncipe” piensa que “la Cenicienta” no puede vivir sin su constante cuidado y protección. Pero, a los “Príncipes” no les gusta que las “Cenicientas” les contradigan, lo cual es debido al modelo de relación de pareja inculcado durante la infancia, a través de los padres.
Adueñémonos de un nuevo concepto de “cenicienta” dándole un valor de autonomía, independencia, fuerza, iniciativa, ser para sí y para los otros. Camino que se inicia con una educación basada en la igualdad, donde, la pareja, es eso, dos personas que deciden compartir, vivir, respetarse, apoyarse… Así, lograremos romper con una educación que nos ata, limita, somete y hace vulnerables.
Debemos de partir que, las únicas diferencias entre hombres y mujeres son las biológicas, todo lo demás es cultural y por tanto se puede modificar; chicos y chicas, mujeres y hombres, podemos ser como queramos (dulces, independientes, sensibles, fuertes…), vestir como queramos, estudiar y trabajar en lo que más nos guste (dentro o fuera del hogar), porque todas y todos tenemos los mismos derechos y todo es igual de importante y necesario para el buen desarrollo de la sociedad. A partir de ahí podemos aportar un nuevo enfoque a nuestro cuento del príncipe ceniciento


   “EL PRÍNCIPE CENICIENTO” Banette Colle.

El príncipe Ceniciento no parecía un príncipe, porque era bajito, pecoso, sucio y delgado. Tenía tres hermanos grandullones y peludos que siempre se burlaban de él. Estaban siempre en la disco del palacio, con sus novias, también princesas, y el pobre príncipe Ceniciento siempre en casa, limpia que te limpia lo que ellos ensuciaban.
 ¡Si pudiera ser fuerte y peludo como mis hermanos! –pensaba junto al fuego, cansado de trabajar.
El sábado por la noche, mientras lavaba calcetines, un hada cochambrosa cayó por la chimenea.
 –Se cumplirán todos tus deseos –dijo el hada–. Zis, Zis, Bum, Bic, Bac Boche, esta lata vacía será un coche. ¡Bif, baf, bom, bo bo bas, a la disco- teca irás!
 –¡Esto no marcha! –dijo el hada.
–¡Dedo de rata y ojo de tritón salvaje, que tus harapos se conviertan en un traje!
– (¡Caramba!) –pensó el hada–, ¡no me refería a un traje de baño!
 –Ahora cumpliré tu deseo más importante. ¡Serás fuerte y peludo a tope!
–¡Y vaya si era un Ceniciento grande y peludo!
–¡Caramba! –dijo el hada–. Ha vuelto a fallar, pero estoy segura de que a medianoche se romperá el hechizo.
 Poco se imaginaba el príncipe Ceniciento que era un mono grande y peludo por culpa de aquel error. ¡Se veía tan guapo!
Y corrió a la discoteca. El coche era muy pequeño, pero supo sacarle provecho, pero al llegar a la disco de príncipes, ¡era tan grande que no pasaba por la puerta!, y decidió volver a casa en autobús. En la parada había una princesa muy guapa:
–¿A qué hora pasa el autobús? –gruñó.
Por suerte dieron las doce y el príncipe Ceniciento volvió a ser como antes. La princesa creyó que la había salvado ahuyentando a aquel mono peludo.
 –¡Espera! –gritó ella, pero el príncipe Ceniciento era tan tímido que ya había echado a correr. ¡Hasta perdió los pantalones!
Aquella mujer resultó ser la rica y hermosa princesa Lindapasta, quien dictó un bando para encontrar al propietario de los pantalones.
Príncipes de lejanas tierras intentaron ponérselos, pero los pantalones se retorcían y nadie lo conseguía.
Como era de esperar, los hermanos del príncipe Ceniciento se peleaban por probárselos. Que se los pruebe él –ordenó la princesa, señalando al príncipe Ceniciento.
 –Este mequetrefe no podrá ponérselos –se burlaron sus hermanos… ¡pero lo consiguió! La princesa Lindapasta se le declaró al punto.
El príncipe Ceniciento se casó con la princesa Lindapasta y fueron ricos y felices por siempre.
 La princesa Lindapasta habló con el hada de los tres peludos… y ésta los convirtió en hadas domésticas y en adelante les tocó hacer las labores de la casa.